Mis 30's con Jesús
Stephanie Brenes
Cuando estaba en mis 20´s tuve varios pensamientos, en una época pensaba que mi plan de vida sería que a los 26 estaría casada y a los 28 iba a tener mi primer hijo, luego mudé a la idea de que nunca me iba a casar ni tener hijos, según yo estaba en lo correcto, me hacia la rebelde cuando realmente mi corazón sentía que algo faltaba; la realidad fue otra totalmente distinta porque sí, Dios tenía un mejor plan. Cuando cumplí 25 años, Dios quiso que yo tuviera un encuentro personal con Él a través de su hijo y eso lo cambio todo, justamente en ese tiempo estaba pasando por varias etapas complicadas, pero Él en su infinita misericordia ya sabía que al partir el pan mis ojos lo iban a reconocer y que una noche especial le iba a pedir que se quedara conmigo para siempre, que no me soltara la mano por más complicada que fuera la situación que se presentara.
Han pasado 5 años desde entonces, me encuentro a días de cumplir mis -anhelados, pero a la vez llenos de “crisis”- 30´s y todos dicen que es la mejor etapa de la vida, sin embargo, asusta cuando vivimos en una sociedad por la que sé que muchos oramos, porque se ha convertido en una sociedad del “todo express”, de no mirarnos tanto a los ojos, de los amores desechables, de seguir a las masas, de las redes sociales y de querer todo lo que vemos en la vida de los demás que aún nosotros no tenemos. Como me dijo un amigo hace unos días “anhelamos cosas que simplemente suman un check más, pero no una experiencia real”.
La sociedad siempre ha logrado imponer que a edades específicas debemos de haber alcanzado ciertas cosas para cumplir con el standard “correcto”: una carrera, títulos, estabilidad económica, un buen trabajo y como yo a mis 30 crecí observando el standard de que a esta edad debía de tener ya un matrimonio, una familia con hijos, porque ese era el parámetro de “verdadera felicidad”.
Lo cierto es que en 5 años Jesús me ha llevado por caminos perfectos, distantes de los que yo pensaba para mí, en 5 años la vida me ha montado en una montaña rusa, pero así de maravilloso como es Jesús, nunca me ha soltado tal como se lo pedí aquella noche.
En 5 años ha pasado mucha agua bajo este puente, personas han entrado y salido de mi vida, he llorado perdidas de seres queridos que partieron a la casa del padre, he logrado reconocer la importancia del amor propio, la salud mental, me he colocado por encima de situaciones dañinas para mi corazón, pero sobre todo me han hecho una persona más agradecida. Agradecida por mi salud y la de mis cercanos en medio de una pandemia que ha cobrado tantas vidas, agradecida por mis papás y mi familia, agradecida porque me descolocó regalándome la oportunidad de otro trabajo hermoso, que disfruto, que me ha hecho darme cuenta de lo mucho que profesionalmente soy capaz de dar y con el entraron en mi vida personas con una calidad humana increíble, agradecida porque tengo los amigos y amigas más especiales, que están para mí siempre, agradecida porque me ha llevado a conocer lugares hermosos donde siento ese abrazo que Él me da, agradecida porque tengo una madurez espiritual creciendo, y porque me ha enseñado a ser paciente.
Es cierto, somos humanos y es complicado cuando se nos dice eso de “esperen el tiempo de Dios”, sin embargo, esperar ese tiempo lo vale todo. Una de mis mejores amigas a sus 26 años está cumpliendo junto con su esposo el sueño de tener una casa nueva y soñar en ella una vida con sus futuros hijos, tengo amigos que están cerca de su matrimonio, otros que ya tienen hijos preciosos, otros están cumpliendo su inicio de estudio y otros recién graduados esperando por su trabajo ideal. El punto con esto es, que ESTA BIEN estar donde cada uno está, no más, no menos, porque ahí donde estamos es donde Dios nos necesita, debemos vivir cada situación que se nos presenta aferrados a su mano, con nuestra mirada puesta en él, todo lo que nos pasa es porque Dios quiere que seamos testigos de su grandeza, pero en su tiempo, no en el nuestro.
El inicio de mis 30´s puedo resumirlo en que tanto lo bueno como lo malo ha sido un crecimiento inmenso y en todo ese crecimiento mi común denominador ha sido la compañía de Jesús, la compañía de su madre, MI madre, ellos han pasado todo conmigo, ellos no me han soltado ni un segundo, así como me lo prometieron un 16 de Septiembre del 2017 por la noche, por más berrinches que he hecho, por más enojo, por más lágrimas, por más distancia que he tomado por temporadas, ellos siempre están anhelando mi regreso.
Por eso no paremos, de buscar esa cercanía, de confiar, de tener fe, de ser sus discípulos, de anunciarlo con nuestras vidas, no paremos de tener nuestros pies en la tierra, pero nuestros ojos puestos en el cielo, no paremos de ser mano amiga, de ser ayuda idónea, de ser silencio que acompaña al otro en oración, no paremos de anhelar la santidad y no paremos de esperar las promesas que Él en su tiempo nos dará.